• Sinopsis

    Julietta es una joven mujer que es atropellada de noche en las calles de Waterbill City, donde es salvada por un vampiro y mas tarde recogida por su mejor amiga, Isabella Vantherfiel, la cual le ayuda en su nueva vida como neófita. Ahora ha vuelto al pueblo...

  • Personajes

    Conoce a cada personaje de esta historia de vampiros, brujas, licantropos, demonios, ángeles... ¿A que esperas? Adentrate en las afueras de Richmond

  • Capitulos

    No te pierdas ningún capitulo de esta historia. Adentrate en este viejo pueblo y averigua que es eso oscuro que acecha a nuestros personajes.

  • Galería

    Fotos de cada capitulo de la historia y más. ¿Te lo vas a perder? ¡Échale un vistazo!

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sábado, 8 de febrero de 2014

Capitulo 1 - El despertar de los Lycant's (Parte 1)


Era media noche cuando aún Julietta permanecía tumbada sobre una estática cama de hospital. Las ásperas sabanas de hilo blanco cubrían su pálido y amorotonado cuerpo, el cual yacía inmóvil, sin ningún atisbo de vida. Sus labios permanecían secos y deshidratados, había perdido su color rojizo habitual. Tenía sus manos descansando sobre su vientre y en su brazo estaba pinchado el suero, pero de poco servía. Aún respiraba, eso era lo importante. Pero la herida de su cuello perjudicaba su respiración, la hacía entrecortada y grave. La joven comenzó a fruncir el ceño, como si temiera algún recuerdo oscuro en lo mas profundo de su mente.


****
La noche  estaba cayendo en los barrios bajos del pueblo de Virginia. El frío poco a poco iba penetrándome  lo que hizo que abrochara mi cazadora de cuero hasta arriba. Mi aliento se evaporaba debido a las bajas temperaturas, pero caminaba firmemente, con mis manos embolsadas en los bolsillos de mi chaqueta. La calle estaba vacía, no se podía ver a nadie, no había coches, tan solo el sonido lúgubre de las gotas de agua chocando en la alcantarilla. Llegué a un cruce desviado,
el cual no tenía semáforo  Miré con cuidado y me dispuse a pasarlo rápidamente  Lo que no vi venir fue aquellas luces de una camioneta gris que me quitó la vida durante unos segundos. Mi vista se nublo. Unas manos frías como el hielo me sostuvieron, y es como vi una silueta masculina, a partir de ese momento, todo fue oscuridad...
****

Julietta abrió sus ojos sobresaltada. Las lagrimas surcaban sus bellas facciones sonrojadas por el miedo. Suspiró entrecortadamente y llevó con torpeza su mano a la herida. Al notar las yemas de sus dedos, el dolor se esparció y ella gimió levemente.
—¡Julietta!—exclamó una angustiada voz femenina, la cual invadía todo el pasillo del hospital—¡Julietta, joder!
Los chillidos llamó la atención de una enfermera que caminaba en ese preciso momento. La mujer vestida de blanco observó a una joven de perfectos rizos dorados y cuerpo alto y esbelto. Sus ojos azulados mostraban preocupación y nerviosismo. La enfermera decidió acercarse a ella.
—¿Puedo ayudarle?—preguntó con un tono de voz relajado, sosteniendo en sus manos una carpeta morada.
—¿Donde está Julietta Benedetto?
—Lo siento, ahora mismo no puede recibir visitas—le informó con desdén.—Quizás mas tarde pued...
—¿¡Mas tarde!?—exclamó  interrumpiéndole asombrada.—¿Sabe qué? Da igual, ya le encontraré yo sola.
La chica rubia sabía perfectamente en que sala se encontraba. No era difícil distinguir el típico olor a perfume de fresas, el único en todo el hospital. Sus pasos de tacón resonaban a un ritmo rápido y decisivo. La enfermera caminaba nerviosa a las espaldas de la joven.
—¡Por favor, espere!—le cogió del brazo rápidamente intentando frenarle el paso—no puede entrar ahí. La hora de visitas terminó hace dos horas, y acaban de anestesiarla.
»Eso no funciona con una neofita, cariño­—pensó irónicamente para ella misma«. Ella le respondió con un tirón de brazo y siguió hacia delante. Al llegar a la habitación donde se encontraba Julietta, abrió ésta decidida. La chica de cabello claro se acercó a ella con cautela, colocándose a los pies de la cama.
—Isabella...—dijo Julietta en un leve y grave susurro. Pues ella permanecía quieta con los ojos rojos como rubíes y algo deshidratada.
—Estarás bien—le afirmó acariciándole su melena oscura con sutileza.—Te sacaré de este sitio.
—Por favor, salga de aquí, o tendré que llamar a la policía—dijo la enfermera acercándose a la camilla donde se encontraban las presentes.
Y en cuestión de segundos, Julietta se abalanzó sobre ella, mordiéndole el cuello violentamente. Saboreó el sabor agrio de la sangre humana sobre sus labios por primera vez y no pareció disgustarle, al revés, sanó parte de sus heridas y moratones sobre su frió cuerpo.
Isabella corrió a apartar a la joven neófita de la doctora. Con algunos codazos, logró quitarla de encima de la mujer. Julietta rápidamente, al notar que Isabella le apartaba, le cogió del cuello y le puso contra la pared. La joven de cabellos oscuros miraba a Isabella con los ojos inyectados en sangre y con venas muy marcadas por debajo de éstos.
—J-Julietta...—dijo Isabella intentando zafarse de la neófita—Me...haces daño....
En cuestión de segundos, Julietta le soltó, dejandole caer al suelo. Se llevó sus pálidas manos a su cabeza algo angustiada, observando el cuerpo de la enfermera encharcada en sangre. Su apetito le pedía saborear mas de ese exquisito líquido rojizo, pero lo único que hizo es tirarse al suelo.
»¿Pero qué me sucede...?—dijo para si misma Julietta«. Lo ocurrido perturbaba su mente velozmente, dañaba su subconsciente, intentando asimilar lo que de verdad estaba pasando.
Isabella se acercó a Julietta de nuevo y esta vez le brindó un abrazo calmado. Ella le siguió el abrazo aún mas fuerte, puesto que  aun no controlaba sus fuerzas.
—¿Qué me está pasando, Bella?
—Ya te lo explicaré mas tarde, ahora salgamos de aquí—comentó levantándose del suelo donde permanecían abrazadas.
Ellas abrieron la puerta e Isabella chocó contra el corpulento cuerpo de un agente de seguridad. Dieron un paso hacia atrás, y la joven le hizo un gesto a Julietta con la cabeza para que se pusiera detrás de ella.
—Me temo que se va a tener que ir conmigo, señorita.—comentó el policía de tez morena, el cual estaba sacando unas pesadas esposas de su cinturón.
—¿O si no, qué?—preguntó exaltada. Rápidamente y sin dudarlo, le reventó la cabeza contra el marco de la puerta y enseguida se apartó.—Mierda, ya me he destrozado el esmalte. Ugh, malditos humanos. Venga, salgamos de aquí, este sitio me pone de mala leche.
 Caminaron a paso ligero por todo el hospital. Julietta aún vestía un ligero camisón blanco y el frío del suelo acariciaba sus pies desnudos. Las miradas desconcertadas de algunos hicieron que Julietta entrara en un pequeño momento de nerviosismo, agarrando con fuerza el brazo de Isabella.
Tras varios minutos de camino por el largo pasillo del hospital, se toparon con la puerta de salida. Isabella guió a Julietta hasta el coche aparcado en una esquina y le abrió la puerta para que ella entrase. Una vez dentro, ambas soltaron un suspiro de alivio.
Bella puso en marcha el motor del auto, y para amenizar el viaje encendió la radio. Una canción vieja inundó el ambiente, haciendo que los dedos de Isabella dieran pequeños golpes en el volante. Mientras, Julietta permanecía callada, apoyando la barbilla sobre su mano y a la vez, el codo sobre la leve repisa de la ventanilla. Su mirada rojiza se podía percibir un atisbo de tristeza la cual, Isabella notó. Le dedicó una sonrisa sin poder evitar que en parte, fuera compasiva.
—¿Como te encuentras?—preguntó Bella sin perder la vista ni un segundo de la carretera.
—Extraña—contestó Julietta algo insegura. Se sentía demasiado débil para hablar, para moverse. Tenía tanta sed que sentía como quemaba lentamente su garganta. Su mente no daba a basto de lo que estaba pasando. Pero sabía que podía confiar en Bella.—¿Qué ha sucedido? Lo único que recuerdo es que estaba caminando y ya después, todo se volvió negro.
—Verás,—hizo una leve pausa, conteniendo el aire.—hace unas horas, en la carretera de Waterbill city, un camión te llevó por delante. Quedaste agonizando, con el brazo roto y miles de magulladuras. Yo te ví a la lejanía, cuando un hombre encapuchado te mordió. No le vi la cara, verás, soy un vampiro, pero no tengo rayos 'X'. Y pues, cuando fui hacia ti, ya tenías el veneno dentro.—suspiró.— ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Era eso, o verte morir. Así que te traje al hospital mas cercano.
—¿Me estás diciendo que estoy convulsionando?—preguntó exausta.
—Transición, Julietta, se llama transición.—le restificó.—Además, no es para tanto, convertirte en vampiro es 'guay', vives para siempre y no envejeces. ¿De qué crees que tengo este cuerpo tan sexy a mis 367 años?
—No sé si estoy preparada para afrontar esto. Es decir, siento un frío horrible, y me duele muchísimo la garganta. Me mareo y tengo ganas de vomitar...
—Es normal, acabas de probar tan solo una pizca de sangre humana, pero tienes que tomar mas en las próximas...—se miró el reloj que tenía atado a tu muñeca—dos horas, pero tranquila, tengo de sobra en casa.
Después de unos cuantos kilómetros conduciendo por la carretera, llegaron a la entrada de uno de los pueblos de Richmond. Es un lugar situado al norte, de pocos habitantes, pero acogedor. Estaba rodeado de frondosos arboles y arbustos. Todo estaba oscuro, solo la luz de los faroles del auto alumbraban el camino. Julietta observaba con detenimiento cada detalle que podía mirar. Había pequeñas casas unas juntas a otras, pero lo que más le llamó la atención es la mansión donde aparcaron en frente. Tenía unos grandes jardines, llenos de tulipanes rojos y amarillos, y algún que otro rosal cerca de la entrada. El exterior estaba pintado de un blanco impoluto, y el techo gris oscuro. Dos increibles pinos permanecían a cada lado de la casa, donde la parte trasera, daba al bosque.
—Ya estamos aquí—dijo Bella abriendo la puerta para salir.
—¿Esta es tu casa?—preguntó Julietta asombrada.—es bastante grande.
—Era de mi madre, pero ya no está conmigo—Le explicó levemente.
—¿Qué le pasó a tu madre?
—Bueno...ella era bruja. Y murió en una de las batallas mas importante del siglo, usó demasiada magia de la que ella podía usar. Murió dejandome sola. Pero ahora vivo con Amelia, seguro estará encantada de conocerte. Le hablé mucho de ti.—comentó cogiendole de la mano, y tirando de ella para que entrara.
Al entrar, Julietta se paró en frente de la puerta extrañada. Era una sensación rara que nunca antes había vivido. No podía dar un solo paso mas, y eso le inquietó. Isabella al observar tal escena, soltó una leve risa.
—Ups, se me olvidaba.—dijo.—Adelante, estás en tu casa.
Julietta caminó por la entrada fulminando con la vista a Isabella. Se apoyó en la pared  y llevó su mano al vientre, el hambre cada vez le urgía mas. Una joven de pelo castaño y ojos color caramelo, asomó por la puerta del comedor. Su melena ondulada rozaba sus hombros y sus labios rosados formaban una sonrisa tímida. Vestía un ligero vestido de flores, abrigada por una cazadora vaquera y un fino pañuelo que rodeaba su cuello.
—Hola, Julietta.—saludó con un tono de voz agradable.—Soy Amelia, pero puedes llamarme Amy.
—Encantada de conocerte, Amy...—embozó una amigable sonrisa leve.
—Amy, quédate con ella y saca dos bolsas de sangre del refrigerador. Yo volveré enseguida.
Bella salió por la puerta, cerrandola detrás de ella. Amy sonrió tímidamente y acompaño a Julietta hacia la habitación de invitados. Era bastante lujosa. Las paredes lisas estaban pintadas de un malva bastante claro y la cama tenía dosel. Las sabanas eran blancas, con los cojines de un morado mas fuerte. Había una gran alfombra redonda sobre el suelo del dormitorio, y las largas cortinas rozaban el piso. En la esquina, a lado del armario, había un pequeño tocador donde estaban algunos estuches de maquillaje y un cepillo para el pelo. Julietta se sentó a la orilla de la cama y puso sus manos sobre el regazo. Amelia tanteó con las manos dentro del armario para cojer un lijero camisón de seda azul, con pequeños encajes en la parte del escote.
—Creo que te quedará bien—comentó Amelia, dejandole el camisón a un lado.—Cámbiate, yo iré a por algo de comer.
—Gracias...—agradeció levemente.
Julietta cogió el camisón y se lo puso en un abrir y cerrar de ojos, deslizando la prenda por su cuerpo. Esperando a que Amy volviera, aprovechó para acercarse lentamente al espejo del tocador. Retiró su rizado y oscuro cabello a un lado y miró la herida de su cuello. Parecía estar sanando y a la vez desaparecíendo. Miró su rostro, el cual ya no se notaba apenas los arañazos. Sus grandes ojos marrones, ahora eran rojos como la sangre y sus labios carnosos ya no estaban tan resecos, volvían a tener ese tono rojizo de siempre.Soltó un suspiro ahogado y se adentró entre las sabanas de la cama. Amy apareció por la puerta con un vaso que en su interior contenía un espeso liquido rojo.
—¿Eso es sangre?—preguntó Julietta.
—Sí, y te lo beberás, quieras o no.—dijo sentándose a su lado, ofreciéndole la bebida.—Bébetelo todo, no quieras morirte de hambre...Es de animal, pero es que la sangre de humano no viene bien a ningun vampiro, a no ser que quieras volverte un asesino en serie como en las películas.
Julietta agarró el vaso con ambas manos y se quedó mirándolo por unos segundos, pero no dudó en beber. Ésta vez sabía diferente, era menos sabrosa, pero alimentaba igual. Cada vez se iba mejorando, su debilidad se había cesado y las heridas de su cuerpo desaparecido. Era como magia en una sola bebida, si se le podía llamar así.
—¿Tú tambien eres vampiro, Amy?—preguntó relamiendose los labios.
—No, yo soy una raza diferente...—le afirmó.—soy un licantropo.
—¿Una loba?
—Ajá. Provengo de la única tribu de licantropos de Richmond, los D' Black. Mi familia vive apartada en una zona protegída al sur, yo sin embargo, decidí cuidar de Bella. Ella es como mi hermana pequeña.
—Vaya, no tenía ni idea. Supongo se estará mejor siendo licantropo que vampiro, es decir, siendo vampiro es como si estuvieras muerta constantemente. Siendo lobo, sería diferente.
—Cada raza tiene sus inconvenientes...pero créeme, no querrías oler a perro mojado todo el día.—soltó una leve risa.—Ahora descansa, aprovecha tu ultima noche, porque mañana no podrás cerrar los ojos.
Julietta dejó el vaso en la mesita de noche y se quedó dormida al instante, envuelta entre sabanas blancas. El frío inundaba su cuerpo y su temperatura cambiaba constantemente.
Isabella permanecía rodeada de musgo y pinos, se dirigía a una casa que estaba bastante oculta entre el bosque. Bella llegó en tan solo pocos minutos y se encotró con el portón de madera de la entrada.
—Orión, abre la puerta, sé que estás ahí—dijo pegando varias veces en la puerta—No me hagas tirarla abajo.
Ésta se abrió rápidamente. Al alzar la mirada, observó a un hombre alto y elegante, de cabello castaño y alborotado, el cual tapaba sus pequeños ojos rojos. Su piel era pálida como la nieve. Permanecía de pie, recto y con una pequeña copa de ron en su mano izquierda.
—Vantherfield...—dijo apoyándose en el marco de la puerta en un gesto burlón.—¿Qué haces tu por aquí, preciosa?
—Metiéndome en líos por tus estúpidos planes.—respondió entrando en la sala, dándole un ligero golpe en el hombro a Orión. Así observó sangre en la moqueta y a una joven humana de cabellos claro en ropa interior sobre el sofá, con la sangre recorriendo su cuello. Isabella hizo una mueca de asco y volvió a dirigirse a Orión.—La he encontrado.
—¿A quien?—frunció el ceño extrañado.
—A Julietta. Hace unos días me hice amiga suya en la ciudad de Richmond.—le explicó sentándose en uno de los sofás de cuero negro.—Pero me temo que traigo malas noticias.
—Soy todo oídos.—le dedicó una media sonrisa y se sentó a su lado, apoyando sus antebrazos en el respaldo.
—Se está convirtiendo en Vampiro.—dijo con una porte seria y sin ningún gestos en su rostro.—La encontré tirada en la carretera, agonizando de dolor, pero un chico se me adelantó. Al parecer era vampiro también, porqué le mordió. Gracias a eso, ahora mismo sigue viva.


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